Las políticas neoliberales comienzan a instalarse en
nuestro país con la última dictadura militar y,
llegan a su máximo apogeo durante
las presidencias de Carlos Menem. Este periodo finaliza con los estallidos
sociales de 2001, dejando como saldo una sociedad completamente transformada.
Uno de los lugares donde se manifiestan estos cambios es en la ciudad, espacio
que define la vida contemporánea de Argentina.
Desde 1950 el estado
participó activamente asignando recursos, sumados al modelo de desarrollo
industrial orientado al mercado interno, generaron una distribución urbana más
equitativa entre grandes ciudades y ciudades medianas. Con la llegada de las
políticas neoliberales este proceso es interrumpido. Durante este periodo se
produce una concentración de las actividades productivas en los grandes centros
urbanos generando un enorme desequilibro entre las grandes ciudades (conectadas
con el sistema económico global) y los pueblos y ciudades más pequeños. Estos
últimos quedan fuera de toda posibilidad de modernización. La red ferroviaria
que durante el siglo XX había sido sinónimo de integración territorial llegada
la década de los noventa es desarmada.
A fines de 1989, el
presidente argentino Carlos Saúl Menem impulsa una rápida privatización de los
ferrocarriles Argentinos. Esta política pone en peligro el trabajo de miles de
operarios y la continuidad de los ramales del interior. El gremio de la
fraternidad (sindicato histórico de los ferroviarios) no tarda en reaccionar e
inicia una larga serie de huelgas contra la privatización. La respuesta de Menem ante las presiones de
los sindicatos es clara: "ramal que para, rama que cierra". Como
resultado de las privatizaciones la red de ferrocarriles se reduce de 35 mil
kilómetros a menos de 9 mil. En las provincias argentinas, desaparecen 800
estaciones y cerca de 80 pueblos. Muchos de los pueblos y ciudades que se
habían formado a la orilla de sus vías quedan totalmente desconectados de la
vida económica del país, condenados al atraso, al aislamiento y a la miseria.
La falta de mantenimiento de la red ferroviaria, lleva a que los trenes
reduzcan su velocidad promedio de 100km/h a
menos de 40 km/h. Solo se invierte en los ramales que están vinculados a
los sectores de ato consumo, como es el caso del tren de la costa o el ramal
subterráneo que desemboca en Puerto Madero. De esta manera, el ferrocarril que
había operado durante el siglo XX uniendo toda la Argentina se convierte en el
símbolo de estado ausente.
Al mismo tiempo se
privatizó la televisión pública, el teléfono. Se abrió la inversión a la
construcción y modernización de la red vial, con la implementación del peaje. Esto solo
alcanzó a los espacios altamente rentables para las empresas concesionarias. De
este modo, las zonas urbanas más ricas se benefician con la modernización de la
red vial que hace el transito más rápido y seguro. El estado se desentiendo de
la red de caminos de las zonas más pobres, cortando toda posibilidad de progreso
e integración a sus habitantes.
A medida que el
estado se retira, las ciudades se transforman, fragmentándose en zonas de
bienestar y seguridad que contrastan con
un conjunto urbano empobrecido y
abandonado a su suerte. En poco tiempo aquel espacio (la ciudad) que era visto
como un símbolo del progreso e integración social comienza a transformarse en
un escenario de caos, decadencia e inseguridad.
En este contexto
surge con fuerza uno de los emblemas de la sociedad neoliberal: el shopping center. Se inspiran en la experiencia estadounidense, sin embargo
en ese país, los shoppings se instalan en los suburbios sin densidad comercial, en nuestro país en
cambio, se emplazan en el corazón de los grandes centros urbanos como una
alternativa privada frente al espacio público. El shopping representa, en
pequeña escala el conjunto de ideas de la sociedad neoliberal: la exclusión
como condición necesaria para la modernización. Además ofrecen ventajas y
valores que son apreciados en los nuevos tiempos de decadencia económica y
exclusión social: orden, limpieza y seguridad.
Los últimos
años del siglo XX, muestran una trama
social muy diferente a las décadas anteriores. Una de las manifestaciones de
estos cambios, es la proliferación de
los barrios cerrados. Instalados en las grandes ciudades, detrás del ultimo cordón
metropolitano, el country representa la privatización de la vida social. Sobre
el final de la década los noventa, la cantidad de metros cuadrados ocupados por
los barrios cerrados, son el equivalente a una vez y media la superficie de la
ciudad de Buenos Aires. Este modelo, representa
para de los sectores más adinerados, una nueva sensibilidad social que postula
como valores el aislamiento, el alto consumo, y la seguridad.
En los últimos 25
años del siglo XX, el mercado de trabajo entra en crisis. Los trabajadores
asalariados son los más afectados ya que los derechos y garantías que los
protegieron durante años, comienzan a ser desactivados por las políticas
neoliberales. A partir de los años 90, las políticas de flexibilización laboral inclinan la balanza
hacia los empresarios. En nombre de la eficacia, la competencia y la globalización
avanzan sobre conquistas históricas de los trabajadores.
Una primera
consecuencia de esta reforma, es la división entre aquellos trabajadores que
conservan los antiguos derechos y aquellos que los han perdido. A esta situación
se agrega el retiro del estado de su rol
de control de las normas laborales. Como resultado, la mayoría de los empleos
generado en los años 90 surgen en un
contexto de gran desprotección jurídica
y modalidades precarias como la subcontratación
y el trabajo en negro. Por otro lado, tanto empresas privadas como las
reparticiones del estado, van abandonando el régimen laboral de relación de
dependencia; adoptan en su lugar variantes más blandas como los contratos de locación
de obras o prestación de servicios. Estas modalidades eximen a las partes
contratante de casi toda responsabilidad laboral y carga social. De esta manera, el trabajador deja de estar
amparado por las leyes laborales; debe hacerse cargo del pago de sus aporte
jubilatorios y de su cobertura médica. Es así que al calor de estas reformas, toman
un gran impulso los sistemas de jubilación privada (AFJP) y las obras sociales
pre-pagas.
Tras una década
marcada por la hiperinflación y por los desajustes macroeconómicos como fue la
de los 80, la década del 90 comienza con la estabilización de la economía. Para
el sector trabajador esta nueva situación comienza con la esperanza de la
recomposición salarial y de condiciones de empleo, Menem durante su campaña
había prometido revolución productiva y salariazo. Lejos de cumplir con sus
metas llegado el año 1994, la desocupación alcanza el 18%. Con el aumento de la
desocupación y la precarización laboral los sindicatos pierden su rol histórico
de interlocutor de los trabajadores frente al estado. El centro de la escena es ocupado por nuevas
organizaciones sociales fundamentalmente de desocupados. Estos nuevos actores
son las primeras manifestaciones de resistencia y critica al modelo neoliberal
que, a mediados de la década de los 90, sufre su primera gran crisis. Una de
las respuestas que esto grupos encuentran ante la debacle son los clubes de
trueque que, exaltan la cultura de la solidaridad y el intercambio en respuesta
al individualismo y la competencia reinantes.
Los primeros
movimientos de desocupados se registran en las regiones de Cutral Co (provincia de Neuquén) y en Tartagal (provincia de salta) ambas afectadas por la privatización
de la empresa estatal YPF. Durante estas primeras manifestaciones ocurridas
durante 1997 se pone en marcha un nuevo método de protesta: el corte de ruta
(piquete). El crecimiento de estas organizaciones, se da en simultáneo con las políticas
del estado para subsidiar a los desocupados con un ingreso mensual a cambio de
tareas municipales o comunitarias. De esta manera las organizaciones de
desocupados comienzan a ocupar el rol de
mediación con el estado que antes tenían los sindicatos.
Hacia el año 2000
estos grupos se hacen más visibles al trasladar los piquetes hacia los accesos
de las grandes ciudades. De esta manera la desocupación, la exclusión y la
pobreza se instalan en el centro de la agenda política. Al llegar el nuevo siglo, más de 25 años de políticas
neoliberales dejan un saldo desolador: más de la mitad de la población por
debajo de la línea de pobreza, sumado a una altísima tasa de desocupación. La
sociedad argentina una de las mas homogéneas e integradas de América latina,
que conserva en su experiencia la posibilidad de progreso, la distribución
equitativa del ingreso y la universalidad de accesos de derechos y garantías,
termina fracturada por la pobreza y por la desigualdad. Todos estos cambios
configuran una realidad social inédita e inauguran un nuevo periodo de la
historia argentina.
Adaptación
libre de “La ciudad neoliberal. La ciudad y el trabajo” Canal Encuentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario