domingo, 15 de mayo de 2016

La sociedad neoliberal, la ciudad y el trabajo.



Las políticas neoliberales comienzan a instalarse en nuestro país con la última dictadura militar y,  llegan a su  máximo apogeo durante las presidencias de Carlos Menem. Este periodo finaliza con los estallidos sociales de 2001, dejando como saldo una sociedad completamente transformada. Uno de los lugares donde se manifiestan estos cambios es en la ciudad, espacio que define la vida contemporánea de Argentina. 

Desde 1950 el estado participó activamente asignando recursos, sumados al modelo de desarrollo industrial orientado al mercado interno, generaron una distribución urbana más equitativa entre grandes ciudades y ciudades medianas. Con la llegada de las políticas neoliberales este proceso es interrumpido. Durante este periodo se produce una concentración de las actividades productivas en los grandes centros urbanos generando un enorme desequilibro entre las grandes ciudades (conectadas con el sistema económico global) y los pueblos y ciudades más pequeños. Estos últimos quedan fuera de toda posibilidad de modernización. La red ferroviaria que durante el siglo XX había sido sinónimo de integración territorial llegada la década de los noventa es desarmada.

A fines de 1989, el presidente argentino Carlos Saúl Menem impulsa una rápida privatización de los ferrocarriles Argentinos. Esta política pone en peligro el trabajo de miles de operarios y la continuidad de los ramales del interior. El gremio de la fraternidad (sindicato histórico de los ferroviarios) no tarda en reaccionar e inicia una larga serie de huelgas contra la privatización.  La respuesta de Menem ante las presiones de los sindicatos es clara: "ramal que para, rama que cierra". Como resultado de las privatizaciones la red de ferrocarriles se reduce de 35 mil kilómetros a menos de 9 mil. En las provincias argentinas, desaparecen 800 estaciones y cerca de 80 pueblos. Muchos de los pueblos y ciudades que se habían formado a la orilla de sus vías quedan totalmente desconectados de la vida económica del país, condenados al atraso, al aislamiento y a la miseria. La falta de mantenimiento de la red ferroviaria, lleva a que los trenes reduzcan su velocidad promedio de 100km/h a  menos de 40 km/h. Solo se invierte en los ramales que están vinculados a los sectores de ato consumo, como es el caso del tren de la costa o el ramal subterráneo que desemboca en Puerto Madero. De esta manera, el ferrocarril que había operado durante el siglo XX uniendo toda la Argentina se convierte en el símbolo de estado ausente.

Al mismo tiempo se privatizó la televisión pública, el teléfono. Se abrió la inversión a la construcción y modernización de la red vial,  con la implementación del peaje. Esto solo alcanzó a los espacios altamente rentables para las empresas concesionarias. De este modo, las zonas urbanas más ricas se benefician con la modernización de la red vial que hace el transito más rápido y seguro. El estado se desentiendo de la red de caminos de las zonas más pobres, cortando toda posibilidad de progreso e integración a sus habitantes.

A medida que el estado se retira, las ciudades se transforman, fragmentándose en zonas de bienestar y seguridad  que contrastan con un conjunto urbano  empobrecido y abandonado a su suerte. En poco tiempo aquel espacio (la ciudad) que era visto como un símbolo del progreso e integración social comienza a transformarse en un escenario de caos, decadencia e inseguridad.

En este contexto surge con fuerza uno de los emblemas de la sociedad neoliberal: el shopping center. Se inspiran en la experiencia estadounidense, sin embargo en ese país, los shoppings se instalan en los suburbios  sin densidad comercial, en nuestro país en cambio, se emplazan en el corazón de los grandes centros urbanos como una alternativa privada frente al espacio público. El shopping representa, en pequeña escala el conjunto de ideas de la sociedad neoliberal: la exclusión como condición necesaria para la modernización. Además ofrecen ventajas y valores que son apreciados en los nuevos tiempos de decadencia económica y exclusión social: orden, limpieza y seguridad.

Los últimos años  del siglo XX, muestran una trama social muy diferente a las décadas anteriores. Una de las manifestaciones de estos cambios, es la proliferación  de los barrios cerrados. Instalados en las grandes ciudades, detrás del ultimo cordón metropolitano, el country representa la privatización de la vida social. Sobre el final de la década los noventa, la cantidad de metros cuadrados ocupados por los barrios cerrados, son el equivalente a una vez y media la superficie de la ciudad de Buenos Aires.  Este modelo, representa para de los sectores más adinerados, una nueva sensibilidad social que postula como valores el aislamiento, el alto consumo, y la seguridad.

En los últimos 25 años del siglo XX, el mercado de trabajo entra en crisis. Los trabajadores asalariados son los más afectados ya que los derechos y garantías que los protegieron durante años, comienzan a ser desactivados por las políticas neoliberales. A partir de los años 90, las políticas de  flexibilización laboral inclinan la balanza hacia los empresarios. En nombre de la eficacia, la competencia y la globalización avanzan sobre conquistas históricas de los trabajadores. 

Una primera consecuencia de esta reforma, es la división entre aquellos trabajadores que conservan los antiguos derechos y aquellos que los han perdido. A esta situación se agrega  el retiro del estado de su rol de control de las normas laborales. Como resultado, la mayoría de los empleos generado  en los años 90 surgen en un contexto de gran desprotección  jurídica y modalidades precarias como  la subcontratación y el trabajo en negro.   Por otro lado, tanto empresas privadas como las reparticiones del estado, van abandonando el régimen laboral de relación de dependencia; adoptan en su lugar variantes más blandas como los contratos de locación de obras o prestación de servicios. Estas modalidades eximen a las partes contratante de casi toda responsabilidad laboral y carga social.  De esta manera, el trabajador deja de estar amparado por las leyes laborales; debe hacerse cargo del pago de sus aporte jubilatorios y de su cobertura médica. Es así que al calor de estas reformas, toman un gran impulso los sistemas de jubilación privada (AFJP) y las obras sociales pre-pagas.

Tras una década marcada por la hiperinflación y por los desajustes macroeconómicos como fue la de los 80, la década del 90 comienza con la estabilización de la economía. Para el sector trabajador esta nueva situación comienza con la esperanza de la recomposición salarial y de condiciones de empleo, Menem durante su campaña había prometido revolución productiva y salariazo. Lejos de cumplir con sus metas llegado el año 1994, la desocupación alcanza el 18%. Con el aumento de la desocupación y la precarización laboral los sindicatos pierden su rol histórico de interlocutor de los trabajadores frente al estado.  El centro de la escena es ocupado por nuevas organizaciones sociales fundamentalmente de desocupados. Estos nuevos actores son las primeras manifestaciones de resistencia y critica al modelo neoliberal que, a mediados de la década de los 90, sufre su primera gran crisis. Una de las respuestas que esto grupos encuentran ante la debacle son los clubes de trueque que, exaltan la cultura de la solidaridad y el intercambio en respuesta al individualismo y la competencia reinantes.

Los primeros movimientos de desocupados se registran en las regiones de Cutral Co (provincia de Neuquén) y en Tartagal (provincia de salta) ambas afectadas por la privatización de la empresa estatal YPF. Durante estas primeras manifestaciones ocurridas durante 1997 se pone en marcha un nuevo método de protesta: el corte de ruta (piquete). El crecimiento de estas organizaciones, se da en simultáneo con las políticas del estado para subsidiar a los desocupados con un ingreso mensual a cambio de tareas municipales o comunitarias. De esta manera las organizaciones de desocupados comienzan a  ocupar el rol de mediación con el estado que antes tenían los sindicatos.

Hacia el año 2000 estos grupos se hacen más visibles al trasladar los piquetes hacia los accesos de las grandes ciudades. De esta manera la desocupación, la exclusión y la pobreza se instalan en el centro de la agenda política.  Al llegar el nuevo siglo, más de 25 años de políticas neoliberales dejan un saldo desolador: más de la mitad de la población por debajo de la línea de pobreza, sumado a una altísima tasa de desocupación. La sociedad argentina una de las mas homogéneas e integradas de América latina, que conserva en su experiencia la posibilidad de progreso, la distribución equitativa del ingreso y la universalidad de accesos de derechos y garantías, termina fracturada por la pobreza y por la desigualdad. Todos estos cambios configuran una realidad social inédita e inauguran un nuevo periodo de la historia argentina.                        

Adaptación libre de “La ciudad neoliberal. La ciudad y el trabajo” Canal Encuentro.

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