Si lo hubiese pensado un
guionista no se habría atrevido a ser tan sádico: justo cuando se escribía
acerca del cumplimiento del primer año de impunidad del accidente que derramó
en Veladero más de un millón de litros de agua con cianuro, Barrick Gold
produjo un nuevo incidente, tan opaco como el anterior. Y, poco más tarde, un
tercero.
En todos los casos, el gobierno
sanjuanino se enteró varios días después de ocurrido cada incidente y solo
salió a la luz pública porque los vecinos de Jáchal, el pueblo que está aguas
abajo de Veladero, lo difundió, atemorizado. ¿Será, como sugieren los
habitantes de Jáchal, el pueblo que aguanta la respiración a los pies del río
homónimo que baja de la mina de Barrick, que el emprendimiento que explota
Barrick tiene estatus extraterritorial, como una especie de principado minero?
Las nuevas autoridades de la
Cámara Argentina de Empresas Mineras asumieron tras el primer derrame de
Barrick con la misión de cambiar la percepción social acerca de la minería a
cielo abierto (lo que ellos llaman "la" minería, como si fuese
equivalente -ambientalmente hablando- a la obtención de granito para mesadas de
cocina). El presidente Marcelo Alvarez, no procedente de la criticada industria
minera, dijo públicamente que la actividad debe cambiar sus estándares y
avanzar hacia la transparencia.
Barrick evidentemente no lo
ayuda. Transparencia es justamente lo que falta. Esto sirve para entender a qué
se expone la sociedad cuando "elige" -el verbo es un modo de decir-
este tipo de actividades para generar riqueza. La minería a cielo abierto
funciona como un gran chantajista que, como jura traer inversiones, desarrollo
y trabajo, exige que todo le sea permitido.
Por caso, como dice Antonio
Brailovsky, lo que ocurre con sus residuos peligrosos. El cianuro, aclara, es
un veneno tremendo pero se degrada en el contacto con el aire en pocos meses:
"El problema mayor -dice- son los tóxicos que no se degradan, como algunos
químicos y metales pesados. Un emprendimiento como Veladero (y varios más) está
autorizado a no tratar sus residuos peligrosos sino que los pueden acumular en
un enorme lago de barros tóxicos, llamado dique de colas. Estamos hablando de
un volumen de decenas de hectómetros cúbicos. Es decir, que equivale al volumen
de muchos cubos de 100 metros de lado". O sea que a la amenaza permanente
de un derrame que inutilice el agua de un río con cianuro, se le debe agregar
el pasivo que supone un estanque repleto de sustancias tóxicas que Barrick
dejará cuando haya extraído todo el oro posible de las montañas.
Cabría agregar otra pequeña
licencia del Estado a favor de la minera. Al aprobarse la ley de glaciares,
cuya primera versión la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner vetó con
entusiasmo explícito a pedido de la ideología nacional y popular de Barrick
Gold, se determinó la prohibición de toda actividad extractiva sobre área
glaciar y periglaciar. Esa porción de la ley está vigente, independientemente
del inventario de glaciares que se ordena confeccionar al IANIGLA, un instituto
del Conicet especializado en la temática. A confesión de partes relevo de
pruebas, recuerdan las organizaciones ambientalistas: en un folleto distribuido
por la propia Barrick con la finalidad de congraciarse con los sanjuaninos
antes de iniciar su emprendimiento de Veladero explicaba didácticamente cómo
trasladaría el glaciar sobre el cual desarrolla la explotación aurífera.
Conclusión: Barrick está sobre un glaciar y la ley que reglamenta sobre la
conservación de esos cuerpos de agua permanentemente congelada lo prohíbe.
Además de Veladero, Barrick
encabeza la extracción de oro binacional de Pascua-Lama, que sí se ha
convertido, por gestión de los gobernantes de la Argentina (Cristina Kirchner)
y Chile (Sebastián Piñera) en una suerte de emplazamiento suprajurisdiccional
al que los Estados democráticos no pueden acceder. Sin embargo, debido a la
mala praxis que derivó en impactos ambientales negativos sobre los glaciares,
la Corte Suprema de Chile detuvo la explotación de aquel lado de la cordillera.
De modo notable, la uniformidad del emprendimiento -se supone que la montaña es
la misma más allá de la existencia formal de una frontera- quedó desarticulada
para la dirigencia política argentina: jamás se investigó si dicho impacto se
producía también del otro costado de Los Andes y el entonces gobernador de San
Juan, tan medido como equilibrado y dispuesto a proteger el ambiente, afirmó
sin dubitar que "en la Argentina Pascua Lama goza de buena salud". El
gran interrogante es en qué momento la sociedad argentina decidió convivir con
una actividad de semejante peligrosidad. La primera pregunta asociada es: ¿a
qué costo? La segunda: ¿no hay alternativa?
Federovisky, S. (18 de mayo de 2017) ¿Cuándo fue que
aceptamos convivir con la minería a cielo abierto? Buenos Aires: Infobae.
Recuperado de https://www.infobae.com/economia/rse/2017/05/18/cuando-fue-que-aceptamos-convivir-con-la-mineria-a-cielo-abierto/
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